martes, 16 de agosto de 2011

El único arrepentimiento

Que cosas tan particulares le haces a mis sentidos que aún en mi momento más profundo de vigilia logras aflorar, es increíble como sin verte, sin escucharte, siquiera sin extrañarte recuerde a la exactitud las dimensiones de tu abrazo, la calidez de tu sonrisa y la picardía itinerante de tus ojos de mar.


 Me es extraño sentirte conscientemente y aceptar que hoy pasarás todo el día dando  vueltas en mi cabeza, en contra de mi voluntad; tal vez mi alma masoquista decida escuchar melodías de aquellos tiempos en los cuales entre la lluvia y la noche sólo existíamos tu y yo.




Fue sólo hasta el día de hoy que comprendí que aquella frase de “uno nunca debe arrepentirse de las cosas que no hace” es una de las más hipócritas si la pienso en aplicarla a tu irresistible arrogancia; mi cometido es exorcizar un poco mi alma al gritarte a los cuatro vientos, aunque no escuches jamás, que el no haberme perdido en tus ojos por siempre es además de una gran interrogante… mi mayor arrepentimiento

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